sábado, 2 de agosto de 2008

miércoles, 5 de diciembre de 2007

SINDICATO

Después de la acostumbrada reunión del sindicato, Alberto salió satisfecho por la prolongación de la huelga y las nuevas manifestaciones acordadas. Cada día acudía temprano a las reuniones del sindicato y salía a perifonear por las calles contra el gobierno y las injusticias sociales. En una de las marchas por las calles trujillanas Alberto sintió un escalofrío y el sudor de angustia discurría por su frente. Escuchó de uno de los secretarios del sindicato que el gobierno había accedido a los reclamos y exigencias planteadas durante la huelga. Alberto pensó en lo que haría de ahora en adelante, su vida consistía en estar en contra de las injusticias sociales, y por ende necesitaba que existan injusticias sociales. Los reclamos en las calles eran su día a día, y si el gobierno solucionaba las necesidades de las personas, ya no tendría sentido reclamar. Al fin, después de algunos minutos, Alberto suspiró aliviado al darse cuenta que, históricamente, el gobierno siempre mentía al pueblo y que las injusticias sociales y la lucha de clases eran parte de la historia de la humanidad.

FUNERAL

Cuando murió doña Norma, las personas murmuraban en el sepelio lo trágico de su muerte. Las palabras se referían a lo funesto y al ambiente patético del funeral. Los asistentes mostraban gran preocupación y dramatismo por la calidad de las flores, el adorno del ataúd, el olor del café y el sabor del aguadito con poca carne. Cuando uno de los presentes, con voz solemne y quejumbrosa, preguntó quienes serían los próximos en seguir los pasos de la difunta, los acompañantes se quedaron mudos y perplejos… no hablaron durante todo el entierro. Cada uno de los asistentes contempló consternado su rostro dentro del ataúd de doña Norma y vio sus nombres y apellidos escritos en la lápida.

martes, 4 de diciembre de 2007